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Madurez, divino tesoro


Guatemala, Mayo de 2007.
Autor: Lic. Enrique Campang Chang.

"Juventud divino tesoro,
¡y te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
Y a veces lloro sin querer".

Canción de Otoño en Primavera, 1905.
Rubén Darío, Nicaragua.

Estos versos del poema de Rubén Darío se citan para destacar el valor de la juventud. Yo quisiera tomarlos, para valorar otro gran tesoro de la vida: la madurez, cuando llega, deseamos que nunca nos abandone.

La juventud es un tesoro en cuanto a la belleza del cuerpo, la salud, la energía, la pasión, el mundo de la sexualidad y todo el potencial del futuro que se tiene enfrente. Es lo atractivo, es la época de las ilusiones, del desenfreno.

Mientras que madurez es saber comprender el sentido de los deseos, la sabiduría sobre lo que se hace y desea, es manejar límites. (Ello, Yo y Súper Yo de Freud). Es la persona que ha integrado exitosamente estos rasgos de personalidad.

La persona madura tiene la conciencia moral de hacer el bien y evita el mal (Sindéresis). La madurez es la clave del comportamiento ético social e individual. Es una adecuada combinación de deseos, emociones, conocimientos, libertad, justicia y autonomía. Es la gente que sabe tratar a los seres vivos, la persona, la pareja, el desconocido.

Los problemas humanos derivan en buena medida de la deficiente integración en lo emocional, cognitivo y prudente. La persona inmadura pocas veces mide la consecuencia de sus actos, y se deja llevar por las pasiones.

Poco sirven los sistemas autoritarios sobre las personas inmaduras; su energía se destina a la represión o al control, más que a la realización social libre y autónoma. La continua reparación de los daños que produce la inmadurez desgasta a la sociedad, la debilita o la lleva a crisis severas. En Guatemala el caso del machismo, las maras y el narcotráfico, son unas expresiones claras de la inmadurez

No me dejo impresionar por las personas ricas y famosas pero inmaduras quienes a pesar de su audacia, fuerza, fama o elocuencia; no dejan de ser infantiles en su maduración personal, no valoran el bien, hacen daño a la gente, y su vida es el resultado de una pobre en calidad humana. La megalomanía, el delirio de grandeza infantil, la ausencia de límites o la violencia, son actitudes inmaduras.

En la madurez se adquiere tolerancia, paciencia, prudencia, sabiduría en cuanto al salud dinero, amor y poder. Ya no se necesita tener de todo, y no se frustra por no tenerlo. La madurez lo lleva a uno a conformarse con poco; a tener relaciones en base a la confianza y al conocimiento. Se comprenden mejor los problemas y se sabe como enfrentarlos.

Unas personas terminan su vida pasando de la inmadurez juvenil a la decadencia senil sin haber madurado (Vida Talishte –de lo verde a lo podrido, sin madurar-). Hundidos en el alcohol, drogas, en los berrinches infantiles, actos de prepotencia, vanidad, causando dolor y sufrimiento a las personas en su entorno. Gente que no tiene el control en el manejo de sus emociones y las descarga al primero que encuentran. Muchos se excusan que la costumbre permite la conducta inmadura.

Unos pasan rápidamente del arrebato juvenil a la amargura de la demencia y el olvido, por no tener muchos recuerdos gratos de la madurez a que aferrarse.

Este es el drama de miles de personas que ven normal ser un adulto infantil; sin haber disfrutado el verdadero tesoro de la madurez. Su vida es una obsesión, un juego por competir, de acumular riqueza o prestigio. En la inmadurez no se logra la justa dimensión de la vida, ni del potencial humano.

El ser maduro lo lleva a ser como los buenos vinos o quesos, "mientras más pasa el tiempo se ponen mejores". Es un tesoro, un valor que fundamenta la verdadera civilización.

No se le quitan los méritos al valor de la juventud, porque el resultado de una juventud bien llevada debe conducir a la madurez. Y una vida madura, puede llevar también a una vejez serena.

Si uno interpreta al pie de la letra los versos de Rubén Darío, se creería que dejar la juventud es un lamento, un duelo, una pérdida; cuando en realidad es una etapa pasajera de la vida, existen otras que también son tesoros: la madurez y la vejez; libre de errores y arrebatos.

Las canas, las arrugas, o la disminución de la condición física no debe ser motivo de lamento, sino de aceptación serena, como ocurre en unas culturas orientales. La madurez y la vejez traen respeto, estima social y satisfacción. En cambio en occidente muchas veces es motivo de vergüenza o pérdida de la autoestima y marginación.

Entonces si me dan a escoger entre dos tesoros, la juventud o la madurez, sin lugar a dudas me quedo con la madurez, luego de haber disfrutado de la juventud. Es lo que da una vida tranquila, contemplativa, sabia, causando pocos problemas. Entonces adaptaría los versos de Rubén Darío de esta manera:

"Madurez divino tesoro
¡Has llegado para ya no partir!".