Dado que los símbolos, el lenguaje, son condiciones que no pueden faltar en el psiquismo humano, para trabajar el síntoma en la terapia psicológica se pregunta por su significado, se piensa que éste significa algo, que es un símbolo de “algo más” a interpretar.
Muchas veces se ha caído en la tentación teórica de decir de qué se trata ese “algo más”. Sin embargo, en la relación empírica con el problema del síntoma, en muchas ocasiones eso que el síntoma simboliza no se dejará delimitar por especulaciones teóricas a priori. Y aunque se ha propuesto formalmente, y en ocasiones se ha comprobado, que mediante cierto tipo especial de interpretación o desciframiento se puede tratar o aliviar el síntoma, también son numerosos los casos en donde los síntomas persisten a pesar de la “interpretación”.
Por dichos casos desafortunados donde la “interpretación” de los síntomas no da resultados o alivio, habría que revisar, sino la utilidad práctica de la interpretación (¿por qué funciona o no?), al menos sus límites, empezando por lo que se piensa que simbolizan los síntomas, y tratando de concebir algo propio de los síntomas que ayude a entender su persistencia…
Simbolizaciones de los síntomas
Lo que simbolizan los síntomas es visto de varias maneras teóricas, pero comúnmente en ellas simbolizan oposiciones, opuestos o conflictos. Algunas tomadas de Singer (1994):
- Freud: “un impulso y al mismo tiempo un esfuerzo por oponerse a ese impulso” (p.86).
- Arieti, Fromm-Reichmann, Sullivan: “compromiso entre el deseo de supervivencia y de progreso y las fuerzas originalmente externas (finalmente interiorizadas) que se oponen a este desarrollo” (p.86).
- Fromm: “Todas las simbolizaciones, incluyendo en ellas los síntomas, contienen (…): facetas simbólicas universales, convencionales y accidentales” (p. 98).
Nuevamente, para Freud, lo simbólico de los síntomas es también varias posibilidades contradictorias: “indicio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada” (Freud, 1926, 22), por lo tanto símbolo contradictorio de satisfacción y frustración; una presentación de un resto mnémico traumático, lo presente del pasado (Negro, 2009); una formación de compromiso con un deseo traicionado (Zizek, 1994); una expresión de algo encubierto (Singer, 1994).
También Jung presenta cierta antítesis en su interpretación de los símbolos. Su postulación de los arquetipos contiene las imágenes más primitivas del hombre pero también las más trascendentes y espirituales, “lo mas hermoso y grande que la humanidad pudo pensar, y también las peores infamias y diabluras de que fueron capaces los hombres” (Jaspers, 2006, p. 381).
Singer (1994) respecto a su propia psicopatología piensa en los síntomas como “oscuras simbolizaciones” (p. 82) de seudoactividad o inactividad, pero “paradójicamente expresivas”. “Ver los símbolos como expresivos, más bien que como represivos (…) Lleva a comprender que (…) son representación de la situación interna del paciente. (…) Expresión de su estado interior” (p. 86).
En general toda la psicología está llena de oposiciones, pero todas estas oposiciones, estos contrarios en cuanto a los síntomas, sugieren “la cualidad peculiar de la mayor parte de las simbolizaciones, (…) su capacidad para representar tanto la tesis como la antítesis” (Singer, 1994, 102). Los síntomas y símbolos pueden representar cosas opuestas simultáneamente.
Y entre extremos opuestos caben posibilidades infinitas, dos fuerzas opuestas apuntan a ambos lados de lo infinito. Así es el símbolo del Ouroboros, el dragón o serpiente que engulle su propia cola: es símbolo de la integración de contrarios y también de infinito. Los símbolos y síntomas, por lo tanto, simbolizan oposiciones, pero de innumerables posibilidades.
Algo más: los símbolos pueden representar en primera instancia una cosa y luego esto que representan puede representar algo más. Jaspers (2006) afirma sobre las leyes de la vida de los símbolos, que los contenidos que aparecen en los sueños o en imágenes ópticas intuitivas, no son alcanzados a comprender mediante reglas, pero dado que la pretensión de un comprender significativo busca siempre reglas y relaciones, éstas podrían ser, si se quiere hacer interpretación de los contenidos como símbolos:
“En primer lugar, la interpretación es infinita, no se puede rematar, las ramificaciones del sentido no cesan.
Jung escribe: “En cuanto se investigan los tipos en sus relaciones con otras formas arquetípicas, se ensanchan a relaciones de tal modo frecuentes, histórico-simbólicas, que se llega a la conclusión de que los elementos psíquicos básicos son de una multiformidad reluciente, imprecisa, que sobrepasa la capacidad humana de representación”.
En segundo lugar, la interpretación misma es un vivenciar como continuación de la vida de los símbolos, un crecer e iluminarse de contenidos, un proceso productivo. No se encuentra apoyo alguno en la traducción de símbolos” (pp. 378-379).
Persistencia de los síntomas
Zizek (2003, pp. 108-109), señala cómo a pesar de que el síntoma es una comunicación simbólica fallida, reprimida, a interpretar, a veces persiste a pesar de la interpretación:
“El síntoma surge donde la palabra falla, donde el circuito de la comunicación simbólica se ha roto: es una especie de “prolongación de la comunicación por otros medios”; la palabra fallida, reprimida, se articula en una forma codificada, cifrada. (…) Precisamente como un enigma, el síntoma, por así decirlo, anuncia su disolución por medio de la interpretación: la meta del psicoanálisis es restablecer la red rota de comunicación permitiendo al paciente verbalizar el significado de su síntoma: a través de esta verbalización, el síntoma se disuelve automáticamente. (…) Pero aquí empezaron los problemas: ¿por qué, a pesar de la interpretación, el síntoma no se disuelve, por qué persiste? La respuesta lacaniana es, claro está, goce”.
Acá presenta Zizek un problema de la persistencia del síntoma ante la interpretación: el goce, el placer del dolor y el dolor del placer. Dado que como señala Freud el síntoma es sustituto de una satisfacción frustrada, es también sustituto del displacer de un placer, y del placer de un displacer. Cuando el placer y el displacer se encuentran equilibrados en un síntoma, se podría dar lugar a una característica de la conversión histérica opuesta al placer y al displacer: la belle indifference. El síntoma puede ser un recurso ante la angustia para no experimentarla y evitar conocer su objeto.
Otra forma de goce podría ser la del trastorno facticio, donde se producen o fingen síntomas con la intención de asumir el papel de enfermo, de paciente, en el pleno sentido de la palabra, evitando “las ansiedades más punzantes del hombre, que giran en torno a los problemas de la libertad y de la responsabilidad, del crecimiento y del cambio” (Singer, 1994, 106).
Ahora, prescindiendo de poner en el síntoma mismo todo el problema de su persistencia ante la interpretación, está también el problema del uso inadecuado y límites de la misma…
Límites de la interpretación
En primer lugar, la interpretación de los síntomas es limitada cuando se limita a sí misma, pues la interpretación puede ser infinita y es infinita, primero, en el sentido de que la comprensión es interminable, holística y no puede ser “traducción” de un fragmento aislado, y segundo, en el sentido de que “todo se ha demostrado como infinitamente interpretable. Cuando se piensa establecer una significación, aparece pronto otra distinta” (Jaspers, 2006, p. 402). La comprensión o interpretación no se pueden fijar a prejuicios, sino que tiene que moverse. “Lo que es comprensible y el comprender mismo están en movimiento” (Jaspers, 2006, p. 402).
Las interpretaciones reduccionistas hacen todo lo contrario: fijarse en fragmentos y restringirse en prejuicios. Olvidando casi por completo que el símbolo es representante de “algo más”, dicen con sus prejuicios que todos los símbolos son representantes de “mucho menos”. Esto pasa frecuentemente en el psicoanálisis cuando se pretende reducir todo a símbolos de la sexualidad (el trauma sexual de la infancia, vulgaridades reprimidas, la castración, falos y oquedades), o a Edipo y el secreto de familia.
Una segunda limitación de la interpretación se da cuando, por prejuicios y consideraciones fragmentarias, no se atiende a las expresiones manifiestas, o a la propia comprensión que tiene el hombre sobre sí mismo. La interpretación de un mensaje es sólo la recepción parcial y no la emisión, ni el mensaje, ni su código, por lo que el comprender aisladamente el mensaje, símbolo o síntoma, se limita enormemente si no se verifica con las propias comprensiones del emisor. Es una tarea constante, tanto de la terapia como de la comprensión psicopatológica, el evitar “malentendidos”, abarcando al “emisor” y su propio entendimiento.
En tercer lugar hay tres limitaciones para la comprensión que Jaspers (2006) señala:
“Los límites de toda psicología comprensiva son necesariamente también los límites del psicoanálisis comprensivo. Esta comprensión cesa primeramente ante la realidad del carácter empírico congénito. Éste no es en verdad nunca definitivamente reconocible y no es fijable. Pero lo comprensible choca por decirlo así en él como lo impenetrable, como lo que no se puede alterar. Los hombres no han nacido iguales, sino nobles y comunes en graduaciones múltiples por las más diversas dimensiones. La comprensión cesa en segundo término ante la realidad de las enfermedades orgánicas y de las psicosis, ante lo elemental en ello. Ésta es la realidad decisiva, aun cuando en sus manifestaciones muestren un aspecto de la comprensividad tantos contenidos especiales. La comprensión cesa en tercer lugar ante la realidad de la existencia, de aquello que el hombre es propiamente como él mismo. La manera del esclarecimiento psicoanalítico se convierte aquí en esclarecimiento aparente. Pero cuando la existencia no se tiene precisamente para el conocer psicológico, se hace sensible a la comprensión psicológica como el límite en el que hay algo que, sin embargo, se muestra únicamente en lo comprensible como su imperfectibilidad. El psicoanálisis ha quedado ciego ante todos esos límites. Lo quería comprender todo” (pp. 406-407).
Los límites dados en las psicosis y las enfermedades orgánicas tienen cierta analogía con lo que Singer (1994) indica como algunas de las necesidades de la terapia:
“El paciente espera recibir de la terapia algo nuevo, (…) tiene que haber cierto núcleo de racionalidad en esas esperanzas; de lo contrario, el trabajo terapéutico sería imposible. Freud (…) concluyó que las llamadas neurosis de transferencia eran susceptibles de tratamiento, en tanto que las psicosis no respondían a la terapia analítica. Sugirió que entre las “condiciones necesarias y suficientes para la terapia” figuraba de modo prominente la capacidad del paciente de entablar relaciones racionales con otros” (p. 105).
En analogía con el límite de la comprensión dado por la existencia del hombre, por la incapacidad para abarcar lo que el hombre es, Singer (1994) señala una esperanza irracional en la terapia: perpetuar la pasividad evitando la actividad creadora, la libertad, la responsabilidad, el crecimiento, el cambio, propiedades de la existencia humana. La psicología del estimulo-respuesta o la psiquiatría que apunte a dichas esperanzas, buscando el “ajuste”, no logrará comprender tampoco la realidad del hombre, ni aproximarse a su límite o ampliarlo, sino que querrá explicarla toda como un funcionamiento maquinal común a todos los hombres, lo cual es un prejuicio “burdamente desorientador” (p. 106) y cerrado a toda comprensión individual.
Resumen
El siguiente resumen abarca lo que se intentó plantear en el presente ensayo:
- Aunque se ha propuesto que algunos síntomas mejoran con cierto tipo de interpretación, existen muchos casos en donde no hay alivio a pesar de la misma.
- Por los casos donde los síntomas persisten a pesar de la interpretación habría que atender, sino a la funcionalidad de la interpretación, al menos a sus límites, a los significados posibles asignados, y a la propia naturaleza del síntoma para encontrar el porqué de esa persistencia.
- Las simbolizaciones de los síntomas son comúnmente conflictos, pero de infinitas posibilidades que no se han logrado agotar con múltiples teorías.
- Los síntomas y los símbolos pueden representar una cosa, un conflicto entre dos opuestos, o más. Luego lo que representan en conjunto puede representar a su vez algo más, haciendo en lo sucesivo una cadena infinita.
- Los síntomas pueden persistir por el goce, por su naturaleza de ser sustitutos de satisfacciones frustradas, y por ser sustitutos de insatisfacciones a veces resultan preferibles a las verdaderas angustias frente a objetos, o ante las ansiedades “más punzantes del hombre” (Singer, 1994, 106).
- Los síntomas pueden persistir a pesar de la interpretación, por un uso inadecuado y las limitaciones de la misma.
- Los límites de la interpretación son: los que se impone a sí misma por prejuicios, la exclusión de la propia interpretación del emisor, los ceses en cuanto al carácter congénito, las enfermedades orgánicas y las psicosis, la existencia, la libertad y lo dado del hombre.
Referencias
Freud, S. (1926). Inhibición, síntoma y angustia. [Documento en PDF].
Jaspers, K. (2006). Psicopatología general. (3a. ed.). México: Fondo de Cultura Económica.
Negro, M. (2009). Función del síntoma en la estructura psíquica. Affectio Societatis, 10, 1-7. Recuperado 14 de septiembre del 2010, dehttp://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/affectiosocietatis/article/viewFile/5308/4666
Singer, E. (1994). Conceptos y fundamentos de psicoterapia. México: FCE.
Zizek, S. (1994). ¡Goza tu síntoma! Jacques Lacan dentro y fuera de Hollywood. Buenos Aires: Nueva Visión.
Zizek, S. (2003). El sublime objeto de la ideología. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.