La personalidad comienza a
configurarse a partir de la tendencia del organismo a la organización, a la
experiencia y al crecimiento. Dicha tendencia es experimentada como impulsos y
necesidades propias. A medida que se ejerce un control sobre dichos impulsos y
necesidades se crea una sensación de ser un sí mismo, de tener control sobre el
organismo propio, y de orientarlo hacia la satisfacción. Ese sí mismo se
comienza a disociar del organismo en la infancia, cuando el niño necesita,
además de sus necesidades orgánicas, de la aprobación, la consideración
positiva de las personas significativas para él, para así formarse una
autoestima, lo cual logra introyectando los valores de esas personas. Pero al
introyectarse esos valores se da una incongruencia
con las tendencias del organismo a la satisfacción de necesidades; el concepto
de sí mismo se comporta y organiza la experiencia de acuerdo a ambas
tendencias, la necesidad de consideración positiva y de satisfacción de
necesidades, pero también de acuerdo a la percepción de sí mismo.
Gondra, J. (1981). La psicoterapia de Carl Rogers. Sus
orígenes, evolución y relación con la psicología
científica. Bilbao: Desclée de Brouwer.