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P. Kaufmann: El pago (en las sesiones psicoanalíticas)

"El pago de las sesiones de psicoanálisis plantea problemas teóricos, deontológicos y técnicos estrechamente solidarios, en la medida en que comprometen la posición del analista ante el paciente, la naturaleza de las motivaciones que introducen y mantienen al paciente en la cura, la función integrativa de esta última, y la objetividad de los criterios implicados en su concepción, Desde el punto de vista de la objetividad de los criterios, la cuestión consistirá en saber si la fórmula de Lacan según la cual «el psicoanalista no se autoriza de nadie más que de sí mismo» abarca la suma de los honorarios que fija en sus pacientes, o si en este sentido existen reglas de conveniencia social o moral. Los criterios de apreciación del principio serán con toda seguridad muy diferentes según que la cura psicoanalítica siga más o menos próxima a la cura catártica, en la cual la influencia personal del terapeuta, y en consecuencia el ejercicio de su poder de seducción, eran admitidos como factores esenciales del tratamiento, cuyos honorarios podrían eventualmente verse afectados por la sugestionabilidad del paciente. No obstante, esta situación no suscita ninguna cuestión propia de la psicología. Por el contrario, la discusión de la significación del pago es llevada a su campo; se impondrá de entrada la alternativa de las motivaciones subyacentes: que se considere que el pago remunera la satisfacción de una necesidad, y desde esta perspectiva no será menos susceptible de la evaluación del paciente que aceptable para la conciencia más puntillosa del analista. En una perspectiva tal, estamos en efecto ante una relación de intercambio, a la que sólo se le pide que obedezca a una regla de reciprocidad. En síntesis, y precisamente en términos psicoanalíticos, mientras que la interpretación de la cura como asistencia prestada a una necesidad nos ofrece una representación «oral», la asignación de una suma «equitativa», en función de una regla social, presta al análisis el valor obsesivo de un contrato. En definitiva, será entonces en la singularidad de cada experiencia donde podremos precisar la significación del pago, su magnitud, así como la periodicidad y las condiciones en que se realizará. Desde el punto de vista teórico, en efecto, según lo ha hecho comprender Lacan, en la línea ya indicada por Freud, si el psicoanálisis se desarrolló más allá de la cura catártica, ha dejado de definirse sobre la base supuesta de la satisfacción de la necesidad, y la acción del psicoanalista aparece como correlato de su deseo, en respuesta al deseo del paciente."

Bibliografía:

P. Kauffmann. Elementos para una enciclopedia del psicoanálisis. El aporte Freudiano. 

Lacan fue Pablo y los lacanianos la Iglesia



Lacan realizó algo así como una exégesis, o una adecuación exegética del psicoanálisis, haciéndolo adaptable fuera de su cultura originaria, la burguesía vienesa, paciente de los primeros años del psicoanálisis. De forma estructural, logró hacer teóricamente fidedignas las nociones e hipótesis sustanciales del psicoanálisis, reavivando su adecuación hasta entonces caduca, improductiva y sumamente tediosa en los discípulos freudianos, quienes pretendiendo innovar, redundaban sin cansarse sobre los mismos temas de hacía décadas. 


Pero Lacan no se envaneció con la idea de proponer, de innovar con alguna hipótesis psicoanalítica, a diferencia de los discípulos freudianos. "Esto no es nada nuevo, es para que entiendan", decía en sus seminarios, por ejemplo, con los conceptos de lo real, lo simbólico, lo imaginario. Lacan más bien vio la necesidad de retomar la teoría freudiana y hacer una práctica adecuada, no flexible, sino sustancialmente estructurada en algunas nociones, actitudes y supuestos del psicoanálisis, dando especial importancia a las significaciones, debido a su interés personal por la lingüística y el estructuralismo y porque Freud así parecía concederlo. Estudió con bases lingüísticas el psicoanálisis, pero eso tampoco fue algo nuevo, retornó al mito de "la cura por la palabra" una práctica, una doctrina incluso, que se había convertido en "la cura por Edipo". "El psicoanálisis no es el rito de Edipo", decía.

Haciendo una analogía, Freud fue como Cristo, pues así como Cristo vivió los Evangelios, la Buena Nueva, Freud practicó, incluso vivió el psicoanálisis, como una actitud. Bruno Bettelheim decía que el psicoanálisis no es una herramienta, sino una actitud, una actitud de no conformarse con lo obvio, una actitud de entender al otro desde su punto de vista. Eso básicamente es lo que ha hecho todo buen psicoanalista. Lacan fue quien se encargó de llevar esa práctica, esa doctrina freudiana, "la cura por la palabra" a culturas distintas, como Pablo a los gentiles llevó la Buena Nueva. Y ese fue, sintéticamente el aporte de Lacan, no algo nuevo, sino un retomar, incluso escudriñar y analizar lo esencial de una teoría, tomando lo accidental de la cultura vienesa sólo como evidencia, contaminada y enterrada por prejuicios sobre prejuicios. 

Los lacanianos, por su parte, malinterpretaron la actitud de Lacan, retrocedieron en esa determinación de volver a la teoría freudiana y terminaron dogmatizando sus estudios, sus cuestionamientos, incluso bajo el formalismo de la institución, como lo hicieron los discípulos freudianos, y como lo hizo la Iglesia de los primeros siglos con las exégesis de Pablo. Por ejemplo, el tema de la angustia, fue un tema que Freud reconocía que le daba problemas, y Lacan retrocedió para examinarlo, para concluir lo que Freud dejó a medias, pero no para llegar a fórmulas. Igual sucedió con el problema de la psicosis. ¿Pero qué hicieron los lacanianos? Reducir nuevamente todo a los viejos temas de los "epígonos" freudianos. Las palabras lacaniano o freudiano, están señalando una actitud equivocada, así como frecuentemente es equivocado hablar de "cristianos", más apegados a costumbres que poco tienen que ver con la persona de Cristo.

Los lacanianos, por ejemplo, copiaron algunas cosas como la interrupción arbitraria de las sesiones, se obstinaron en otras, como en el poner en evidencia el complejo de Edipo, cosas que si bien Lacan las hizo, fue esporádica y circunstancialmente, y si las trabajó, lo hizo de forma accesoria, como un trámite, a veces algo engorroso, que tenía que realizar lo más pronto posible, no porque considerara que hubiera un problema urgente, sino porque quería salir de ello y llegar a lo esencial.

Basta con ojear alguno de sus seminarios y contrastar con los ensayos o estudios de los llamados lacanianos. Se observarán diferencias sustanciales en sus problemas, en sus conclusiones o fines. Si Lacan reivindicó algo muy claramente ante todos sus alumnos fue lo siguiente: “ustedes son lacanianos, yo soy freudiano”.