R. Chemama: El sujeto depresivo muestra una renuncia radical al deseo


En el sujeto depresivo "lo que predomina no es un síntoma como expresión de un deseo reprimido. Su tristeza corresponde más bien a una renuncia radical al deseo. Pero ¿cómo se presenta esta renuncia? Podríamos decir que con frecuencia el sujeto depresivo denuncia la vanidad de los bienes comúnmente buscados. 

Esto, después de todo, no necesariamente carece de pertinencia. Sabemos que la búsqueda de la satisfacción, la búsqueda del goce, conduce muchas veces a nuestros contemporáneos -y a nosotros mismos también- a buscar placeres muy nimios o molestos. En este sentido hay una verdad en la posición del sujeto depresivo. Dicha verdad atestigua una parte de nuestra realidad. El problema, sin embargo, es que son todos los bienes, es todo lo que se podría desear lo que se le presenta despojado de todo interés . Y él mismo se juzga poco interesante, malo, inútil, vacío... muerto" (Chemama, 2007, p. 68). 


Bibliografía:

Chemama, R. (2007). Depresión: La gran neurosis contemporánea. Argentina: Nueva Visión.

K. Jaspers: "Comprender es esclarecer y poner en evidencia"


"La psicología comprensiva tiene en su procedimiento una duplicidad singular. Puede aparecer a menudo como maligna al poner en evidencia engaños, y puede en cambio aparecer generosa en al afirmación por el esclarecimiento de un algo esencial. Ambas cosas le corresponden. En el impulso de hecho aparece a menudo la parte maligna. Escépticamente u odiando, se piensa constantemente sólo en "descubrir algún secreto". La verdad de esta comprensión quiere ser una penetración en la inverosimilitud universal. Las oposiciones sólo son utilizadas en la maligna psicología de la oposición, para cambiar todo lo que hace un hombre, lo que dice, lo que quiere, en lo contrario del fenómeno como su motivo verdadero. La interpretación de los símbolos sirve así para buscar el sentido de todo impulso en vulgaridades inconscientes reprimidas. La psicología del estar-en-el-mundo hace al individuo estrecho y limitado en su mundo, del que no conoce una salida para esa psicología. La psicología del instinto pone en evidencia todos los instintos superiores como fenómenos más elementales, que sólo se ocultan en ellos. El que comprende cae frente a sí mismo en desesperación, "falso ante ti mismo entre cien espejos" -parece hallar en sí la nada-. contra todo eso, va la comprensión esclarecedora en una actitud básica afirmativa. Va amorosamente a la esencia, actualiza, ahonda su visión, ve crecer lo existente substancial ante sus ojos. La psicología "que pone en evidencia" es el purgatorio ineludible en donde el hombre tiene que probarse y conservarse, purificarse y transformarse. la psicología esclarecedora es el espejo en donde es posible la conciencia afirmativa de sí mismo y la visión amorosa de la realidad extraña" (Jaspers, 2006, pp. 402-403).


Bibliografía: 

Jaspers, K. (2006). Psicopatología general. México: FCE.

K. Jaspers: "La interpretabilidad infinita"



"Así se trate de mitos, de contenidos de sueños y de contenidos de la psicosis, todo se ha demostrado como infinitamente interpretable. Cuando se piensa establecer una significación, aparece pronto otra distinta. Este hecho, de la infinitud de todas las interpretaciones de los símbolos, advertible desde la antigüedad (...), y luego en las interpretaciones de los sueños y en los psicoanálisis de la época moderna, no es casual y no es error, sino que yace en el principio de la comprensividad. Lo que es comprensible y el comprender mismo están en movimiento. También en la autointerpretación de la propia vida se transforma el sentido de los hechos típicos exteriormente fijo o va en otras honduras, de las que puede quedar la comprensión anterior como comprensión provisoria, parcial y anticipada. Así también en la comprensión de los mitos, sueños y contenidos delirantes. Por eso en la comprensión el objetivo del conocimiento no se puede orientar en la medida de las ciencias naturales y de la lógica formal nacida de las matemáticas. Más bien está la verdad de la comprensión en otros criterios, como la intuibilidad, la relación, la profundidad, la riqueza. La comprensión queda en la esfera de lo posible, se ofrece constantemente como provisoria, es en la frialdad del saber racional siempre una mera propuesta; pero estructura los hechos típicos significativos objetivos, que son fijables como simples hechos típicos, cuando quedan abiertos en su sentido a aquella interpretabilidad infinita. Por otra parte, es también más decisiva la comprensión con el crecimiento del material empíricamente accesible. Ambigüedad no equivale a arbitrariedad ni a imprecisión, sino a movimiento en la amplitud de lo posible por el camino de la contemplación cada vez más precisa" (Jaspers, 2006, p. 402).


Bibliografía:

Jaspers, K. (2006). Psicopatología general. México: FCE.

K. Jaspers: Relaciones causales y relaciones psicológicas


"Mientras en las ciencias naturales sólo pueden ser halladas relaciones causales, en psicología, el conocer encuentra su satisfacción en otra especie muy distinta de relaciones. Lo psíquico "surge" de lo psíquico de una manera comprensible para nosotros. El atacado se vuelve colérico y realiza actos de defensa, el engañado se vuelve desconfiado. Este surgir uno tras otro de lo psíquico lo comprendemos genéticamente. Así comprendemos reacciones vivenciales, el desarrollo de pasiones, la aparición del desvarío, comprendemos el contenido del sueño y del delirio, de los efectos de la sugestión, comprendemos una personalidad anormal en su propia relación esencial, comprendemos el curso fatal de una vida, comprendemos cómo el enfermo se comprende a sí mismo, y cómo la manera de esa comprensión de sí mismo se vuelve un factor del desarrollo psíquico ulterior" (Jaspers, 2006, p. 342-343).


Bibliografía:

Jaspers, K. (2006). Psicopatología general. México: FCE.

Descripción conceptual de la noción de "objeto transicional"


(Linus con su mantita.)



Con la noción de “objeto transicional” se refería Winnicot a aquel objeto tangible “preferido” por un niño pequeño, como puede serlo: una manta, un "chupete”, un osito de felpa, la esquina de una almohada o cualquier otro que no es fácilmente abandonado por el infante y con el que establece una relación oral (el objeto es chupado, mordido, etc.). 

Es "transicional" pues se encuentra "en el camino": entre la relación con la madre (percibida por el niño narcisísticamente como parte de sí mismo) y la “verdadera relación” con el mundo externo. 

Durante dicha fase, en un primer momento se presentan fenómenos ilusorios. El niño casi “alucina” el seno, y cuando una madre “suficientemente buena” satisface esta ilusión, el niño lo toma como obra de su propia voluntad, como si el pecho hubiese sido “creado” por él (narcicismo). Luego se hace presente el chupeteo del pulgar o de los dedos (autoerotismo). Posteriormente, el niño se “aficiona” por cierto objeto, alentado, en ocasiones, por la madre. Este objeto carga entonces con el simbolismo del cuidado materno, pero es ya distinto de la madre, y es distinto del propio niño. 

La relación con él estaría caracterizada por cierto tipo de fenómeno, a saber, una “experiencia intermedia” entre el yo y el no-yo: el objeto pertenece al niño, y es como “parte inseparable de él”, pero a la vez es externo; está entre esas dos zonas, entre lo subjetivo y lo objetivo. El objeto transicional sirve al niño para separarse paulatinamente de la madre. 

Se podría decir que, durante este tipo de experiencia, el niño se encuentra "preparándose" para entrar en contacto con el mundo, y para hacer la diferenciación entre el yo y el no-yo. Esta llamada “(zona de) experiencia intermedia” no queda revocada del todo, sino que en ella se dan posteriormente fenómenos como la creación científica, el arte o la religión. 

Es bastante claro si se considera que, en la ciencia, el yo no entra en contacto directamente con el mundo, sino que es a través de instrumentos y una metodología cuidadosa como se procura el conocimiento del mismo: al final, la actividad científica es la relación con datos de los instrumentos, mas no con la realidad en sí, aunque se halle representada. En la creación artística, la obra figura como puente entre el sujeto, espectador o creador, y lo que es simbolizado, que se plasma o se vehicula. En la religión, algunos ritos son concebibles como experiencias transicionales. Winnicot inclusive realizó afirmaciones polémicas acerca de la eucaristía descrita como uno de estos fenómenos: sin proponerse tratar especialmente sobre su sacralidad, vio en la transustanciación, de la ostia al cuerpo de Jesús, y en la posterior comunión, la intermediación característica de un objeto a otro.



Bibliografía:

Laplanche, J. y Pontalis, J. (1994). Diccionario de psicoanálisis. España: Paidós.

Roudinesco, E. y Plon, M. (1998). Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

E. Roudinesco: "Cada ser humano se acerca enmascarado a su relación con su semejante"


B. Bettelheim: "Edipo no sabía lo que estaba haciendo"


"Si nosotros creyéramos, como creen muchos de mis estudiantes, que el término "complejo de Edipo" sólo implica que los niños pequeños desean matar al hombre que saben que es su padre y casarse con la mujer que saben que es su madre, entonces nuestra interpretación descansaría en una extremada simplificación del mito. Después de todo, Edipo no sabía lo que estaba haciendo cuando mató a Layo y se casó con Yocasta, y su mayor deseo era que le fuese imposible perjudicar a quienes consideraba sus padres" (Bettelheim, 1986, p. 42).


Bibliografía: 

Bettelheim, B. (1986). Freud y el alma humana. Barcelona: Crítica-Grijalbo.

El pago del dinero en la terapia


El pago que se hace en la terapia es distinto a los demás, pues tiene una importancia que va más allá de la transacción misma. Sin embargo, es un tema tabú... Probablemente, dicen algunos, por la relación inconsciente del dinero con los excrementos (son equivalentes simbólicamente dinero = regalo = heces, básicamente, en tanto que son "dones"). De lo que más cuesta hablar es de sexualidad, excrementos y dinero.

Freud dejó establecido que el pago del análisis, o más bien el establecimiento de los honorarios, le indicaba al paciente que el mismo analista se había liberado de su "falsa vergüenza" respecto al dinero. Una cuestión de ejemplo, digamos, sobre la actitud que se quería practicar. Afirmaba también que el tratamiento gratuito resultaba en que las mujeres jóvenes se mantuvieran en el vínculo transferencial, y que los hombres jóvenes se negaban al agradecimiento por una transferencia de la imago paterna. 

La principal razón para el cobro del dinero, según Isidoro Vegh, es que, al pagar, el paciente se libera de sentirse comprometido para el goce (disfrute) del otro, del analista en este caso, pues de eso se sufre. 

Otros consideran que el dinero, en la sesión, no solo es un significado sino un significante. Indicaría simbólicamente una "responsabilización": que al paciente "le cuesta" su cura. El sacrificio económico le llevaría a responsabilizarse, a esforzarse por tomar parte activa en el tratamiento. El pago, siguiendo este discurso, sería como un modo sugestivo de motivar al paciente. Incluso hay quienes señalan, que un mayor costo induce a la idea de una mayor efectividad. 

También se piensa que el pagar, indicaría que la "hora", la sesión, es del paciente, y que por lo tanto puede hablar en ella lo que él desee, puede decidir quedarse callado, llegar tarde o temprano, etc. 

Hasta acá solo se trazan ventajas: el establecimiento del pago serviría para hacer parecer más genuina y desembarazada la relación con el dinero, liberaría al paciente de sentirse comprometido para el goce del otro, o indicaría una responsabilización del paciente en el tratamiento, sugestionándole en favor del análisis para hacer su parte. 

No obstante, pienso que también tiene sus desventajas, por ejemplo: el paciente tiene comúnmente un sentimiento de falta de autenticidad en la relación; puede llegar a pensar que se lo trata con consideración solo "porque paga", que el analista o psicoterapeuta es como un "amigo pagado", o que, al contrario de lo que se espera, paga para que se le dé una cura o una solución a sus problemas (compra-satisfacción), lo cual le exime a él de ser una parte más activa en su propio tratamiento: le pago para que me cure.

No creo que haya, por lo tanto, una solución única para que el pago de la terapia pueda efectuarse sin el menor riesgo de compromiso para el tratamiento. Por otra parte, la inaccesibilidad al análisis para los más pobres no se podría solucionar sosteniéndose dicho discurso, no necesariamente conveniente. Freud afirmaba que muy poco podrían hacer los psicoanalistas para cambiar dicha situación desde sus condiciones de trabajo, las cuales no les permitirían brindar gratuitamente sus servicios. Habría que considerar para ese fin, plantean algunos, la opción del pago a través de la seguridad social, como se practica en Alemania, por ejemplo, y habría que estudiar comparativamente la transferencia y contratransferencia en ambas modalidades de transacción. 

En cualquier caso, me parece, contrario a la presunta ortodoxia freudiana, que el establecimiento del contrato de pago no da una solución única a todos los problemas o situaciones que pueden surgir de la transferencia y contratransferencia en la relación con el dinero -pues el psicoanalista tampoco se libera, por ejemplo, del sentido moral de cobrar menos en casos de necesidad, o cobrar más según, su criterio y disposición, posiblemente con motivos inconscientes-, por lo cual, como todo lo que ocurre en el marco del análisis, la transacción del dinero es algo que debe ser considerado también en función de la subjetividad del paciente y la del terapeuta, tal como plantea Kaufmann:
"En definitiva, será entonces en la singularidad de cada experiencia donde podremos precisar la significación del pago, su magnitud, así como la periodicidad y las condiciones en que se realizará."

Ver también: P. Kaufmann: El pago (en las sesiones psicoanalíticas)

P. Kaufmann: El pago (en las sesiones psicoanalíticas)

"El pago de las sesiones de psicoanálisis plantea problemas teóricos, deontológicos y técnicos estrechamente solidarios, en la medida en que comprometen la posición del analista ante el paciente, la naturaleza de las motivaciones que introducen y mantienen al paciente en la cura, la función integrativa de esta última, y la objetividad de los criterios implicados en su concepción, Desde el punto de vista de la objetividad de los criterios, la cuestión consistirá en saber si la fórmula de Lacan según la cual «el psicoanalista no se autoriza de nadie más que de sí mismo» abarca la suma de los honorarios que fija en sus pacientes, o si en este sentido existen reglas de conveniencia social o moral. Los criterios de apreciación del principio serán con toda seguridad muy diferentes según que la cura psicoanalítica siga más o menos próxima a la cura catártica, en la cual la influencia personal del terapeuta, y en consecuencia el ejercicio de su poder de seducción, eran admitidos como factores esenciales del tratamiento, cuyos honorarios podrían eventualmente verse afectados por la sugestionabilidad del paciente. No obstante, esta situación no suscita ninguna cuestión propia de la psicología. Por el contrario, la discusión de la significación del pago es llevada a su campo; se impondrá de entrada la alternativa de las motivaciones subyacentes: que se considere que el pago remunera la satisfacción de una necesidad, y desde esta perspectiva no será menos susceptible de la evaluación del paciente que aceptable para la conciencia más puntillosa del analista. En una perspectiva tal, estamos en efecto ante una relación de intercambio, a la que sólo se le pide que obedezca a una regla de reciprocidad. En síntesis, y precisamente en términos psicoanalíticos, mientras que la interpretación de la cura como asistencia prestada a una necesidad nos ofrece una representación «oral», la asignación de una suma «equitativa», en función de una regla social, presta al análisis el valor obsesivo de un contrato. En definitiva, será entonces en la singularidad de cada experiencia donde podremos precisar la significación del pago, su magnitud, así como la periodicidad y las condiciones en que se realizará. Desde el punto de vista teórico, en efecto, según lo ha hecho comprender Lacan, en la línea ya indicada por Freud, si el psicoanálisis se desarrolló más allá de la cura catártica, ha dejado de definirse sobre la base supuesta de la satisfacción de la necesidad, y la acción del psicoanalista aparece como correlato de su deseo, en respuesta al deseo del paciente."

Bibliografía:

P. Kauffmann. Elementos para una enciclopedia del psicoanálisis. El aporte Freudiano. 

Resumen del libro "Inteligencia emocional" de Daniel Goleman


Para Goleman, la "inteligencia" común medida por pruebas estandarizadas es insuficiente para el éxito. Su postulado general a lo largo del libro es que la "inteligencia emocional" resulta ser en realidad el factor más importante, e incluye a su vez otros elementos como la relación con los demás y consigo mismo, el autocontrol y la perseverancia.

En el capítulo introductorio, “El desafío de Aristóteles”, empieza tratando los impulsos y sentimientos agresivos; es fácil enfadarse, lo difícil es enfadarse con la persona adecuada en el grado exacto, momento oportuno, propósito justo y modo correcto. Esto es lo emocionalmente inteligente, y es así de "difícil" para todas las emociones, las cuales serán desmenuzadas a lo largo del libro y se darán recomendaciones para su manejo inteligente…


I. El cerebro emocional

¿Para qué sirven las emociones?

En la primera parte el autor habla del valor para la supervivencia que tienen las emociones y la interrelación dinámica del sistema límbico y la corteza cerebral. La corteza, considerada la parte más organizada y racional, y el sistema límbico, la parte emocional e impulsiva, pero también la más primitiva y relacionada con la supervivencia. Luego sigue describiendo el componente físico de las distintas emociones y su utilidad para la supervivencia, y habla de la interrelación entre la mente emocional y mente racional, como moderadora de la primera.

Anatomía de un secuestro emocional

Cuando la emoción, la pasión, desborda la razón es como si el sistema límbico se apoderara del control, mientras que presenta la inteligencia emocional como la moderación de los impulsos primitivos emocionales por la mente racional. Habla de la amígdala como centro neural de las emociones, que media entre el tálamo y la corteza cerebral, por lo que recibe información antes que la corteza más organizada, por lo que el aprendizaje emocional se encuentra en la interrelación entre estas dos partes.

Ver los demás capítulos en el link de descarga


O. Fenichel: Ensayo de definición de la neurosis


"¿Existe algún común denominador en la multiplicidad de los fenómenos neuróticos, que pueda utilizarse para comprender la naturaleza esencial de las neurosis?

En todos los síntomas neuróticos sucede algo que el paciente percibe como extraño e ininteligible. Este algo puede consistir en movimientos involuntarios, en alguna otra clase de cambios en las funciones corporales, y en diversas sensaciones, como sucede en la histeria; o en una emoción y un estado de ánimo abrumadores e injustificados, como en los accesos de angustia o en las depresiones; o bien se trata de extraños impulsos o pensamientos, como en las compulsiones y obsesiones. Todos los síntomas dan la impresión de algo que parece asaltar a la personalidad, partiendo de una fuente desconocida; algo que perturba la continuidad de la personalidad y reside fuera de la esfera de la voluntad consciente. Pero existen también fenómenos neuróticos de otro tipo. En los caracteres neuróticos, la personalidad no parece ser uniforme o estar sólo perturbada por éste o aquel suceso interruptor, sino a tal punto manifiestamente desgarrada o deformada, y con frecuencia afectada en tal extensión por la enfermedad, que resulta imposible decir dónde termina la personalidad y dónde empieza el síntoma. Pero, diferentes como parecen, las neurosis sintomáticas y las neurosis de carácter tienen esto en común: la manera normal y racional de manejar, tanto las exigencias del mundo externo, como los impulsos internos, ha sido sustituida por algún fenómeno irracional, que parece extraño y no puede ser controlado voluntariamente. Dado que el funcionamiento normal de la mente está regido por un aparato de control que organiza, dirige e inhibe fuerzas instintivas, más arcaicas y más profundas, del mismo modo que la corteza organiza, dirige e inhibe impulsos de los planos más profundos y más arcaicos del cerebro, puede afirmarse que el común denominador de todos los fenómenos neuróticos es una insuficiencia del aparato normal de control.

La forma más sencilla de controlar los estímulos es descargar, mediante reacciones motoras, la excitación por ellos provocada. Más adelante la descarga inmediata es reemplazada por mecanismos de control más complicados de fuerzas de rechazo. Este control consiste en una distribución de contracargas, en procura de un equilibrio económico adecuado entre los estímulos que llegan y las descargas que parten.

Todos los fenómenos neuróticos tienen por base insuficiencias del aparato normal de control. Pueden ser comprendidos como descargas de emergencia involuntaria, que sustituyen a las descargas normales. La insuficiencia puede producirse de dos maneras. Una de ellas es un aumento en el flujo de estímulos: en una determinada unidad de tiempo, el aparato psíquico recibe una cantidad excesiva de excitación, que no puede controlar; estas experiencias se llaman traumáticas. La otra manera es el bloqueo o la disminución previa de la descarga, lo cual produce un estancamiento de tensiones dentro del organismo, de manera que las excitaciones normales actúan ahora relativamente, como las traumáticas. Estas dos formas posibles no se excluyen mutuamente. Un trauma puede iniciar un bloqueo posterior de la descarga, y un bloqueo primitivo puede, al crear un estado de estancamiento, dar lugar a que ulteriores estímulos corrientes tengan un efecto traumático.

Un ejemplo del primer tipo puede observarse en la irritación que todo el mundo experimenta a continuación de pequeños traumas, como ser un susto o un pequeño accidente. La persona se siente irritada durante cierto tiempo, y no puede concentrarse porque, en su interior, todavía está ocupada con el suceso y no dispone de ninguna energía libre para dirigir su atención en otro sentido. Repite el suceso en sus pensamientos y sentimientos, unas cuantas veces, y después de un rato recupera su equilibrio psíquico. Una pequeña neurosis traumática como ésta puede explicarse como la inundación del organismo por cantidades de excitación que no alcanzan a ser controladas, y al mismo tiempo como una tentativa de lograr un control diferido. Las neurosis traumáticas graves deben ser consideradas desde este mismo punto de vista.

Las neurosis del segundo tipo, llamadas psiconeurosis, y caracterizadas por el bloqueo previo de la descarga, tienen su modelo en las neurosis artificiales que los psicólogos experimentales provocan en los animales (...). El experimentador relaciona súbitamente algún estímulo que ha representado anteriormente experiencias instintivas placenteras o que ha servido como señal de alguna acción portadora de gratificación, con experiencias frustrantes o amenazadoras; o bien disminuye la diferencia entre los estímulos que el animal había sido acostumbrado a asociar respectivamente con una gratificación instintiva y con una amenaza: el animal entra entonces en un estado de irritación muy similar al de la neurosis traumática. Experimenta impulsos contradictorios; el conflicto le hace imposible ceder a los impulsos en la forma acostumbrada; la descarga está bloqueada, y esta disminución en la descarga actúa en la misma forma que un aumento en el aflujo de excitación: conduce al organismo a un estado de tensión y exige descargas de emergencia.

En las psiconeurosis algunos impulsos han sido bloqueados; la consecuencia es un estado de tensión y, eventualmente, algunas descargas de emergencia. Éstas consisten, en parte, en una inquietud inespecífica y en elaboraciones de la misma, y en parte, en fenómenos mucho más específicos, que representan descargas involuntarias y deformadas de aquellos mismos impulsos instintivos a los que se había impedido una descarga normal. Así, pues, en las psiconeurosis tenemos, primeramente, una defensa del yo contra un instinto; después, un conflicto entre ese instinto que tiende a la descarga y las fuerzas defensivas del yo; luego, un estado de estancamiento, y finalmente, los síntomas neuróticos, que son descargas deformadas, como una consecuencia del estado de estancamiento: un compromiso entre las fuerzas opuestas. El síntoma es el único paso de este proceso que llega a hacerse manifiesto; el conflicto, su historia y la significación de los síntomas son inconscientes."

Bibliografía:

Fenichel, O. (2009). Teoría psicoanalítica de las neurosis. México: Paidós. 

E. Zuleta: "En la genealogía de las perversiones siempre hay un daño muy grande en la ley"


"En la genealogía de las perversiones siempre hay un daño muy grande en la ley, en la autoridad familiar, que es la primera vivencia de la ley. Suele ser que se disputan la ley los dos padres, desautorizándose uno a otro; esto se encuentra frecuentemente en los antecedentes de la perversión. Un caso muy frecuente también es el de la ley pervertida ella misma. (...)

La ley pervertida ella misma es la ley no transmitida sino impuesta, es decir, la ley en la cual el padre omnipotente o la madre omnipotente, imponen una ley que ellos mismos no siguen. La ley pervertida la suele tener el Estado, que impone un código moral y civil que los mismos que ejecutan no siguen. Pero lo que nos interesa aquí es que eso se da en la familia. La "CARTA AL PADRE", de Kafka, es una denuncia permanente de eso: "nadie podía hablar en la mesa pero tú hablabas todo el tiempo, no se podía regar nada en la mesa y los grandes regueros estaban alrededor tuyo, cuando uno come no puede hacer ninguna otra cosa, mientras tanto tú sacabas punta a los lápices, etc.". Esos son detalles muy importantes porque lo que capta Kafka es la posición de una ley pervertida, que se encuentra luego en "EL CASTILLO" por todas partes y en toda su obra, el legislador que transgrede lo que él mismo impone como ley. Es decir, que no se trata del padre mortal.

Hay dos figuras: el "padre moral" y el "padre omnipotente". Rosolato no las llama así, sino "Padre idealizado' y 'padre muerto''. Un "padre omnipotente" es el que produce leyes a las cuales él mismo no se considera sometido. El "padre mortal" es el padre sometido a la ley que él mismo propone y, por lo tanto, más que imponer, transmite" (Zuleta, 1985, p. 323).

(...)

"Las perversiones están llenas de rituales; no son simplemente gustos, son verdaderos montajes escenificados. No se puede describir el masoquismo como un simple gusto de ser golpeado, o por el dolor, o por una combinación del dolor con el placer. Es toda una escenificación de la humillación; se necesita la mujer con botas, con tacones, con arreos de correas, la venus de pieles del maestro Sacher Masoch. (...)

Piera Aulagnieur en "ASPECTOS TEÓRICOS DE LAS PERVERSIONES" (publicado al lado de "Aspectos clínicos de las perversiones", de J. Clavreul), que es lo mejor que existe, creo, sobre el tema del masoquismo y el sadismo, muestra que todos esos rituales son formas de negar la diferencia de los sexos" (p. 325).

(...)

"El pervertido necesita una ley para poderla burlar, pero la necesita y la convoca una y otra vez. (...)

(...) en ese sentido las perversiones son mucho menos libertarias de lo que uno se imagina. Sin la autoridad no sobreviviría, necesita revivir una y otra vez la ley pervertida que padeció, para burlarla, y el ritual es la burla de la ley, y no se puede hacer sin la ley, la transgresión de la norma no se puede hacer sin que alguien represente la norma. (...)

La cuestión de transgredir una ley y de ser el maldito contra una ley, ella misma perversa, se convierte en la verdadera pasión. Si se generaliza es porque se crea la incapacidad de concebir otro tipo de ley que no sea perversa" (p. 325-327).

Bibliografía:

Zuleta, E. (1985). El pensamiento psicoanalítico. Medellín: Percepción.

J. Nassio: Un malentendido sobre el perverso


"(...) quisiera disipar un malentendido bastante persistente, que identifica al perverso con un neurótico que goza con un fantasma de contenido perverso. Ya que, en efecto, todos los neuróticos sueñan y fantasean ser perversos sin nunca llegar a serlo. Si el neurótico vive fantasmas perversos, el perverso, por su parte, pone en acto concretamente dichos fantasmas, pero sin poder realizarlos. Si el uno sueña, el otro pone en acto el sueño hasta el fracaso. Por lo tanto, el perverso es aquel que realiza hasta el fracaso humillante el fantasma perverso del neurótico" (Nasio, 1998, p. 163).

Bibliografía: 

Nassio, J. (1998). Cinco lecciones sobre la teoría de Jacques Lacan. España: Gedisa.