Breve descripción de la teoría de la personalidad de Carl Rogers


La personalidad comienza a configurarse a partir de la tendencia del organismo a la organización, a la experiencia y al crecimiento. Dicha tendencia es experimentada como impulsos y necesidades propias. A medida que se ejerce un control sobre dichos impulsos y necesidades se crea una sensación de ser un sí mismo, de tener control sobre el organismo propio, y de orientarlo hacia la satisfacción. Ese sí mismo se comienza a disociar del organismo en la infancia, cuando el niño necesita, además de sus necesidades orgánicas, de la aprobación, la consideración positiva de las personas significativas para él, para así formarse una autoestima, lo cual logra introyectando los valores de esas personas. Pero al introyectarse esos valores se da una incongruencia con las tendencias del organismo a la satisfacción de necesidades; el concepto de sí mismo se comporta y organiza la experiencia de acuerdo a ambas tendencias, la necesidad de consideración positiva y de satisfacción de necesidades, pero también de acuerdo a la percepción de sí mismo.

Gondra, J. (1981). La psicoterapia de Carl Rogers. Sus orígenes, evolución y relación con la psicología científica. Bilbao: Desclée de Brouwer.

Apuntes sobre la teoría y conceptos fenomenológicos de Carl Rogers



  • La teoría de Carl Rogers es una teoría del cambio en la personalidad. Intenta explicar el desarrollo experimentado en la clínica. 
  • Carl Rogers propuso el concepto del sí mismo como factor primordial en la determinación de la conducta. Lo concibió como imagen fenoménica de uno mismo y lo dotó de una capacidad de reorganizarse. 
  • Es el concepto de sí mismo es una noción puramente fenomenológica. No es un agente interno como el ego freudiano. Es el concepto de sí mismo. Es el conjunto de percepciones o imágenes relativas a nosotros mismos. 
  • La estructura del sí mismo es una configuración organizada de las percepciones del sí mismo que son admisibles a la conciencia, tales como las propias características y capacidades, las metas e ideales, los conceptos de uno mismo en relación con los demás, las experiencias, los valores asociados a esas experiencias. 
  • Las características principales del self o sí mismo son: 
    • Es consciente: solo incluye las experiencias, percepciones conscientes, es decir simbolizadas en la conciencia. 
    • Es una gestalt o configuración organizada: es de carácter fluctuante 
    • Contiene principalmente percepciones de uno mismo así como también valores e ideales. 
  • Si el campo perceptual es el que determina la conducta, entonces el objeto de estudio primario para el psicólogo sería la persona y su mundo tal como son vistos por dicha persona.
  • Las personas no actúan únicamente a causa de las fuerzas externas a las cuales se hallan expuestas. Su conducta es consecuencia de su modo de ver las cosas. Nos alejamos de un peligro cuando creemos en su presencia, y lo ignoramos cuando desconocemos ésta. En este marco de referencia, la conducta es considerada como un problema de percepción humano. 
  • Para Rogers el inconsciente es lo que queda fuera del campo de percepción, no es algo del pasado sino es algo presente en calidad de "fondo perceptual". Las reorganizaciones del campo perceptual dependen del “nivel energético” de la “amplitud de la atención” y el “nivel de conciencia”. La atención es dirigida gracias a las emociones. Por ejemplo, en condiciones de intensa emoción, la visión se estrecha como si la persona estuviera mirando por un tubo. En tal caso, lo que sucede en la periferia no es percibido hasta que se restaure la “visión normal”.

Referencia bibliográfica:

Gondra, J. (1981). La psicoterapia de Carl Rogers. Sus orígenes, evolución y relación con la psicología científica. Bilbao: Desclée de Brouwer.

Apuntes sobre la psicoterapia de Carl Rogers

  • La relación terapéutica es una relación personal, de persona a persona. Esto implica autenticidad en lo que respecta al terapeuta. 
  • El terapeuta es un compañero del cliente, una persona profundamente comprometida en una relación personal, despojada de casi todos sus atributos técnicos y científicos. 
  • Es un ser abierto al diálogo; su cualidad más importante es la autenticidad y transparencia de su persona. 
  • A diferencia de las demás relaciones, es terapéutica, y tiene un objetivo bien claro: promover el crecimiento del cliente. 
  • Para ello es preciso que el terapeuta realice ciertas acciones. Sin embargo, las acciones del terapeuta fueron consideradas como algo cada vez más secundario y relativo. 
  • Carl Rogers formuló una hipótesis sobre una relación terapéutica fundada enteramente en las cualidades personales del terapeuta. Estas se reducen a tres: 
    • 1. La congruencia: 
      • Para Rogers esta era la más crucial de las cualidades. Sinceridad, transparencia o autenticidad personal. Para ello son necesarios dos elementos: 1) La accesibilidad a la conciencia de todos los sentimientos del terapeuta. 2) La disposición a comunicar todos estos sentimientos con vistas a que la relación terapéutica sea auténtica y real. 
      • El interés del terapeuta es genuino. Salir al encuentro del cliente, es decir a entablar una relación “estrictamente personal”. 
      • Se pueden comunicar los propios sentimientos o experiencias en la relación, aun si son negativos. Pero no cualquier sentimiento sino que es preciso que sea persistente, cuando menoscaban la consideración positiva incondicional, o la comprensión empática. 
    • 2. La consideración positiva incondicional del cliente:
      • Significa que no se dan condiciones de aceptación ni sentimientos de “te quiero únicamente si eres de este o de aquel modo”. 
      • No evaluar. Poner dentro del cliente el centro o lugar de evaluación y de responsabilidad. 
      • Se compone en parte de tolerancia y de un cálido interés personal por el individuo, y en parte también de una ausencia de todo deseo de modelar o reformar al individuo. 
      • Respeto al cliente, a las actitudes que ahora tiene, y de la evolución de las mismas. Respeto al derecho del individuo a la autodirección y autodeterminación. 
      • La consideración positiva incondicional, cuando es comunicada, sirve para ofrecer un contexto libre de amenazas, en el cual el cliente puede explorar y experienciar los elementos más profundamente ocultos de sus í mismo más recóndito. 
    • 3. La comprensión empática del mismo:
      • Exige al terapeuta dos cosas: comprender al cliente y comunicarle tal comprensión. 
      • La comprensión empática es la disposición y capacidad de percibir el marco interno de referencia del cliente, tal como éste lo percibe. “Un sentir los componentes cognitivos, perceptuales y afectivos del campo experiencial del cliente, tal como existen en él”. 
      • Sin embargo, no es una plena identificación. Es un vivenciar los sentimientos del otro como si fueran propios. Pero sin dejarse llevar por ellos. 
      • No sólo ha de captar aquello obvio sino también aquellas experiencias sentidas únicamente de modo confuso y vago.

Referencia bibliográfica:

Gondra, J. (1981). La psicoterapia de Carl Rogers. Sus orígenes, evolución y relación con la psicología científica. Bilbao: Desclée de Brouwer.

Relaciones objetales en personas tatuadas


El presente estudio consistió en describir las relaciones objetales en personas tatuadas, 3 hombres y 3 mujeres, residentes en Antigua Guatemala. Para dicho objetivo se utilizó como instrumento el Test de Relaciones Objetales de Phillipson, empleado para suscitar historias de parte de los sujetos y de esa manera conocer muestras proyectivas de sus actitudes hacia las relaciones de objeto. 


La investigación fue de tipo cualitativo; se realizó un análisis proyectivo en base a las categorías del marco referencial de Phillipson (2011) en el modelo de Bernstein, en el cual se consideran aspectos de: contenido humano, contenido de realidad, contexto de realidad, relaciones objetales deseadas, relaciones objetales temidas y relaciones objetales defensivas. 


Los sujetos estudiados mostraron generalmente una elevada capacidad yoica para utilizar la realidad y probar expectativas. También evidenciaron diversos esquemas internos de relaciones objetales: situaciones sociales percibidas con relaciones principalmente paterno-filiales y roles parentales, relaciones conyugales o de pareja, relaciones indeterminadas, relaciones de amistad, laborales, familiares o situaciones sociales sin relación entre personajes; percepciones de personas como contemplativas y expectantes, desarrollando distintas actividades, especialmente de comunicación verbal, meditación y entretenimiento. Dieron muestras de diversas necesidades y ansiedades flotantes, y, en menor medida, ansiedades y necesidades más específicas en relación a objetos. Presentaron, principalmente, deseos de entretenimiento, de relaciones eróticas, orales, de apoyo, deseos ausentes, de autoridad, de interactuar, de contemplación y de retraerse; mostraron temores indiferenciados, y posiblemente ausentes, temores a la pérdida de estima, la pérdida de objeto y al abandono, y permitieron esclarecer la aplicación de mecanismos de defensa de alto nivel adaptativo y defensas pertenecientes al nivel de inhibición mental o al nivel de acción. 

Se recomendó investigar y describir las relaciones objetales de visualización en personas tatuadas, es decir, las fantasías respecto al hecho de contemplar o el ser contemplado, en general y específicamente vinculadas al uso del tatuaje.

Relaciones objetales en personas tatuadas

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Elementos simbolizados por los tatuajes


En la presente investigación se tuvo por objetivo conocer qué simbolizan los tatuajes de mujeres tatuadas, estudiantes de psicología clínica de la Universidad Rafael Landívar. Para llevar a cabo el estudio se trabajó con los casos de seis universitarias cuyas edades se encontraban entre los 21 y los 24 años. Los tatuajes de las participantes fueron realizados entre 6 meses y 5 años antes de la fecha de la entrevista.

Para recabar la información, se elaboró una entrevista semi-estructurada para las participantes. Luego, se llevaron a cabo las entrevistas con cada una de las participantes de forma individual. Las respuestas brindadas se registraron en audio para lograr abarcarlas de manera completa.

En base al análisis de los resultados, se concluyó que los tatuajes de las participantes representan diversos significados. En general las estudiantes universitarias coincidieron en que los elementos simbolizados eran de importancia para sí mismas, o habían sido determinantes en sus vidas. Entre los elementos simbolizados se conocieron aspectos personales, características de las personas tatuadas, personas importantes en sus vidas, acontecimientos que las marcaron o situaciones y vivencias memorables, que deseaban recordar. 

Elementos simbolizados por los tatuajes

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Eficacia del video “El circo de la mariposa” en el aumento del grado de características resilientes


En la presente investigación el objetivo general fue verificar el aumento de características resilientes en un grupo de estudiantes del campus central de la Universidad Rafael Landívar de tercer año de la carrera de Psicología Clínica, Jornada Vespertina, luego de exponerlos al video “El Circo de la Mariposa”. La muestra con la que se trabajó estuvo compuesta por 16 mujeres, todas estudiantes, y 1 catedrática, todas ellas del Campus Central de la Universidad Rafael Landívar. Las 16 participantes que conformaron el grupo de estudio eran mayores de 20 años. El instrumento que se utilizó para la presente investigación fue la versión argentina de la Escala de Resiliencia (ER) de Wagnild & Young (1993), la cual fue diseñada para determinar el grado de factores de resiliencia. La prueba se aplicó de manera colectiva, según un diseño pre-test y post-test de la investigación: la primera aplicación se hizo previo a la exposición del video “El Circo de la Mariposa”, mientras que la segunda fue justo después de la intervención con este video. En base a los resultados se concluyó que la exposición del video “El Circo de la Mariposa” aumentó el grado de características resilientes de las estudiantes evaluadas. Se recomendó finalmente su uso y mayor investigación. 


Eficacia del video “El circo de la mariposa” en el aumento del grado de características resilientes en muje...

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Actitudes del acompañante psico-histórico-espiritual



"Quien acompaña desde lo psico-histórico-espiritual es una persona con un excedente de humanidad -que supera la norma, que va más allá de lo razonable, de lo comúnmente esperado... - que se muestra en una actitud hacia los demás que se acerca a la incondicionalidad para acoger a la otra persona en toda su realidad, con un más de ternura, de misericordia, de aceptación, de bondad, de empatía..."

(…)

“Aunque con temor y temblor, quien acompaña tiene que ser consciente de que, en muchas ocasiones, la figura de quien acompaña hace cercano -¡o lejano!- el rostro de Dios para quien está siendo acompañado(a), porque a veces, es esta relación, lo más próximo que la persona ha vivido como degustación de lo que puede ser la misericordia y la incondicionalidad de la acogida.

El(a) compañero(a) psico-histórico espiritual, tiene que ir haciendo suyas, por tanto, las características del Dios de Jesús, por medio del encuentro constante y cercano con Él. La alegre misericordia, el amor incondicional, la gratuidad, el compromiso solidario, la libertad y la confianza, la apertura al Misterio, la dinámica pascual muerte/vida, la encarnación en los más pobres, en los más débiles, y la esperanza, son características del Padre reveladas por Jesús. Estas, de alguna manera, tienen que ser parte de quien acompaña. Quien acompaña tiene como oficio exagerar a Dios en lo que Dios es de pasión –amor, preocupación y sufrimiento- por las personas pecadoras y pobres de este mundo.

Por eso, la persona que acomaña está constantemente invitada a hacer un esfuerzo por vivir con coherencia la vida, sus propias opciones, y a saber ser instrumento en manos de Dios, porque está convencida de que es Él quien hace, quien trabaja… Esta triple actitud va gestando, en quien acompaña, un modo ordinario de ser que le dispone a vivir con conciencia, el que puede ser reflejo del rostro cercano de Dios para los demás.

Todo esto lleva también al(a) acompañante psico-histórico-espiritual a vivir con conciencia que está frente al rostro de Cristo –muchas veces sufriente-. Es decir, quien acompaña desde lo psico-histórico-espiritual, no sólo es consciente de que puede ser el rostro de dios para quien acompaña sino que descubre –como gracia- el rostro de Jesús en la persona que está acompañando. Esto significa que no solo sabe – por gracia- que en el(a) otro(a) está Dios, sino que lo siente, sobre todo allí donde está padeciendo más. Quien acompaña, por otra parte, desde su propia vida y la vida resucitada que le comunica Dios, es capaz de detectar los signos de resurrección en las personas, en los acontecimientos, en el mundo.

Esta conciencia exige también que quien acompaña sea una persona para la cual el discernimiento es una actitud vital, y un ejercicio diario."

(…)

“Quien acompaña es alguien que tiene sentido de la historia; alguien que capta la historia y las circunstancias como estructura y no como un simple saber datos; y entonces enmarca en este horizonte su quehacer. Su compromiso tiene como horizonte lógico la historia. Por tanto, como se sabe responsable frente a ésta, no olvida la óptica de los necesitados. Ahora bien, no habrá estructura nuevas sin personas nuevas. De ahí que se siente impelido a comprometerse a fondo para generar la Humanidad Nueva que asegura que algún día acaezcan estructuras nuevas.

Conoce que la historia se mueve en dinamismos diversos, complejos: en unos momentos el factor decisivo es la confrontación salario-trabajo, en otros el factor religioso, en otros lo étnico…, esto hace que tenga conciencia de que la historia se estructura. En definitiva, es alguien que sabe de la historia, y sabe concretar procesos para que se cambien estructuras que sirven de columna vertebral a la historia.

Por eso, hace las cosas de manera diferente: desde la perspectiva de las personas necesitadas, buscando por lo tanto, todo lo que hace diferencia, sin olvidar para esto la importancia de emplear la excelencia de los medios (…) se usan los medios que tocan los puntos neurálgicos.”

(...)

“Quien acompaña desde lo psico-histórico-espiritual, desempeña su tarea desde la gratuidad más que desde el negocio o interés, aunque sea éste su medio de subsistencia, apostando en primera instancia por los que siempre pierden. Esto lo(a) abre a la disponibilidad y generosidad de su tiempo y su trabajo, a ser diferencial en los costos de su servicio, a tener preferencia para servir en situaciones límites de pocos recursos. Es decir, hace lo que hace, porque se percata de que su trabajo de acompañar, hace historia preparando Humanidad Nueva.“

Referencia:

Cabarrús, C. (2002). Cuaderno de bitácora para acompañar caminantes. Guía psico-histórico-espiritual. Bilbao: Desclee de Brouwer. (De las páginas 61-72)

Cómo ser un mejor lector de mentes

Por PT staff, publicado en septiembre de 2007



Conozca a la otra persona. "Nuestra precisión empática mejora según lo bien que conocemos a nuestro interlocutor", dice William Ickes. "Si usted interactúa con alguien durante el curso de por lo menos un mes, usted será mucho más capaz de leer sus pensamientos y sentimientos". Este "efecto convivencia" se da en dos vías: Primero, después de observar a nuestros acompañantes a lo largo del tiempo y en diferentes situaciones, nos volvemos más hábiles para interpretar sus palabras y acciones; y segundo, conocemos más sobre lo que ocurre en sus vidas y podemos utilizar ese conocimiento para entender las señales que nos dan en un contexto más amplio.   

Pida retrolimentación. Estudios demuestran que podemos mejorar nuestra precisión empática indagando si nuestras conjeturas dan en el blanco. "Usted puede solicitar retroalimentación de las personas diciendo cosas como, 'Eso suena como que lo que estoy escuchando es que usted está enojado, ¿es eso correcto?'", sugiere Sarah Hodges. 

Preste atención a la parte superior de la cara. Las "emociones sociales" falsas tienden a expresarse en la parte inferior de la cara, mientras que las "emociones primarias" se escapan por la parte superior de la cara, más que todo alrededor de los ojos, según Calin Prodan, un profesor de neurología de la Universidad del Centro de Ciencias de la Salud de Oklahoma.

Sea expresivo. La expresividad emocional es reciproca; respondemos a las autorevelaciones de los demás con efusividad de nosotros mismos. "Pienso en eso como en un "sonar emocional -todos andamos por ahí resonando en otras personas, y obteniendo información de regreso", dice Ross Buck. "Si usted envía sonidos más fuertes o más frecuentes, obtendrá más de regreso". 

Relájese. Los interlocutores se sintonizan en la postura y en la respiración del otro, dice Lavinia Plonka, autora de Walking Your Talk. Si usted está tenso, su amigo podría reflejarlo inconscientemente cruzando tensamente los brazos y volviéndose más inhibido -y así más difícil de leer. Tome un respiro profundo, sonría y trate de proyectar apertura y receptividad con quien sea que usted esté. 

¿Están "locos" los psicólogos?


("En realidad me hice psiquiatra porque las voces me dijeron que lo hiciera.")

Frecuentemente se plantea, a veces en tono de broma, a veces de forma agraviante, que los psicólogos están "locos", que estudiaron psicología como una forma "inconsciente" de "resolver sus propios problemas"; con "sus propios problemas" entiendo que se quiere decir sus propias locuras, trastornos o conflictos psíquicos. Eso es un tanto cierto, pero no es propio de los psicólogos. Según algunas investigaciones, los psicólogos no son más propensos a padecer trastornos mentales en comparación con el resto de la población. Pero, en cuanto a los supuestos "conflictos" que padecen y buscan solucionar, caben dos interrogantes:
  • ¿Qué acto humano no está cargado, influido en menor o mayor medida por lo inconsciente?
  • ¿Qué acto humano, realizado dentro de un rango de cordura más o menos "normal", no involucra la consecución de un deseo entre conflictos y posibilidades, es decir la resolución de un problema, la disminución de tensiones o conciliación de tendencias opuestas?
Todo lo que el ser humano realiza, sea comer, vestirse, estudiar esto o aquello, elegir a esta o a aquella persona como pareja, todo lo que realizamos tiene el peso del inconsciente; entraña algo de automático, instintivo  o conlleva motivaciones más o menos ocultas. Asimismo, toda conducta se realiza, en la medida de lo posible (tanto como lo permite el predominio de lo inconsciente), como opción entre oposiciones, entre conflictos o exigencias irregulares. Y si en eso consiste la "locura", ¿quién no está "loco"? ¿quién no vive algo de conflictivo o "trastornado"?

Así, pues, la pregunta deja de ser si los psicólogos están "locos", y pasa a ser ¿cuál es la "locura" propia de los psicólogos? O bien, ¿qué conflictos se "resuelven" mediante la consecución más o menos inconsciente de estudiar psicología y ejercerla? ¿Qué motivaciones para estudiar psicología se relacionan con conflictos personales, conscientes o inconscientes del sujeto? Esta es una pregunta sólo replanteada. No es posible contestarla definitivamente: en cada caso habría una respuesta singular. ¿Qué piensa el lector? ¿Es psicólogo o estudia psicología? ¿Cuáles fueron sus motivaciones?


--->Ver también: El análisis del analista

Un raro amor: el amor de transferencia


En la intimidad del consultorio del psicoanalista, este aislamiento de dos, los secretos confesados por uno, la escucha atenta del otro, la creencia en el alivio, la invitación, en ocasiones, a recostarse en un diván… es, más que teatral, una situación que por sí misma revela el engaño del amor.

El descubrimiento de un sentimiento amoroso del paciente hacia el analista, que nacía casi al inicio de los tratamientos, fue una sorpresa para Freud. Este amor sucede sin que se haga mucho en ese sentido, pues (adiós ilusiones), poco importa la gracia o atractivo de la persona del analista, este es un amor incondicional, “que prescinde de todo”.

Cuando alguien acude a consulta porque quiere que se le desembarace de su malestar y recibe la relajante conminación: “Diga Ud. todo lo que le viene a la mente sin ejercer ninguna crítica sobre lo que dice”, se dan, con mayor o menor intensidad, ciertas consecuencias lógicas.

Primera suposición de saber: El analista sabe acerca de lo que me pasa; Segunda suposición de saber: Eso de lo que me quejo, mi síntoma, quiere decir algo, encierra un saber a descifrarse. Esta condición (supuesta al analista) de “intérprete” del sentido inconsciente del malestar, está en los cimientos del surgimiento de un amor, de un enamoramiento, que fue llamado en la clínica “amor de transferencia”. En un giro del más puro estilo freudiano, se traduce en que el paciente transfiere a la persona del analista aquellos sentimientos que dirigía hacia sus padres y demás personas de su infancia.

Pero el amor, a la vez que lanza el trabajo en análisis, es también obstáculo… demasiadas ganas de agradar, demasiadas ganas de decir todo de la buena manera para ser amado, a su vez, por quien es objeto de amor…Sólo la infatuación de un mal analista pudiera torcer el buen destino de este amor, y equivocarse al condescender a amar, en fatal reciprocidad, a su paciente…

Un raro amor...

El prejuicio paterno-filial



El "culpar" a los padres de la “salud” o la “enfermedad mental” es el prejuicio más grande para la psicología comprensiva. Las impresiones diagnósticas están plagadas de la “novela familiar” a la que se le atribuye innecesariamente una responsabilidad causal. Así, de la anorexia o bulimia se puede buscar en los modos de crianza o en los ejemplos paternos, lo que más bien puede corresponder a las influencias culturales, a las relaciones entre amigos, las relaciones de pareja, el entorno publicitario, los modelos educativos, el trabajo, etc. “Yo empecé a purgarme cuando una amiga me dijo lo que eran las purgas”, decía una paciente. Sucede lo mismo con la “salud mental”; se atribuye habitualmente a la familia la formación de una resiliencia que también pudo ser modelada en un ambiente externo o propia del carácter congénito de un hombre. Abundan los casos de personas en las que no se presentan síntomas psíquicos significativos, aun cuando el ambiente familiar ha sido fuertemente estresante. Todo el material comprensible puede oscurecerse debido a interpretaciones selectivas o explicaciones tendenciosas en las que prima forzadamente un prejuicio. Y en cuanto al prejuicio paterno-filial, edípico o no, se está hablando del más común de todos ellos, por lo que es preciso guardar especial reserva dada su tradicional aceptabilidad teórica y popular.

Lacan fue Pablo y los lacanianos la Iglesia



Lacan realizó algo así como una exégesis, o una adecuación exegética del psicoanálisis, haciéndolo adaptable fuera de su cultura originaria, la burguesía vienesa, paciente de los primeros años del psicoanálisis. De forma estructural, logró hacer teóricamente fidedignas las nociones e hipótesis sustanciales del psicoanálisis, reavivando su adecuación hasta entonces caduca, improductiva y sumamente tediosa en los discípulos freudianos, quienes pretendiendo innovar, redundaban sin cansarse sobre los mismos temas de hacía décadas. 


Pero Lacan no se envaneció con la idea de proponer, de innovar con alguna hipótesis psicoanalítica, a diferencia de los discípulos freudianos. "Esto no es nada nuevo, es para que entiendan", decía en sus seminarios, por ejemplo, con los conceptos de lo real, lo simbólico, lo imaginario. Lacan más bien vio la necesidad de retomar la teoría freudiana y hacer una práctica adecuada, no flexible, sino sustancialmente estructurada en algunas nociones, actitudes y supuestos del psicoanálisis, dando especial importancia a las significaciones, debido a su interés personal por la lingüística y el estructuralismo y porque Freud así parecía concederlo. Estudió con bases lingüísticas el psicoanálisis, pero eso tampoco fue algo nuevo, retornó al mito de "la cura por la palabra" una práctica, una doctrina incluso, que se había convertido en "la cura por Edipo". "El psicoanálisis no es el rito de Edipo", decía.

Haciendo una analogía, Freud fue como Cristo, pues así como Cristo vivió los Evangelios, la Buena Nueva, Freud practicó, incluso vivió el psicoanálisis, como una actitud. Bruno Bettelheim decía que el psicoanálisis no es una herramienta, sino una actitud, una actitud de no conformarse con lo obvio, una actitud de entender al otro desde su punto de vista. Eso básicamente es lo que ha hecho todo buen psicoanalista. Lacan fue quien se encargó de llevar esa práctica, esa doctrina freudiana, "la cura por la palabra" a culturas distintas, como Pablo a los gentiles llevó la Buena Nueva. Y ese fue, sintéticamente el aporte de Lacan, no algo nuevo, sino un retomar, incluso escudriñar y analizar lo esencial de una teoría, tomando lo accidental de la cultura vienesa sólo como evidencia, contaminada y enterrada por prejuicios sobre prejuicios. 

Los lacanianos, por su parte, malinterpretaron la actitud de Lacan, retrocedieron en esa determinación de volver a la teoría freudiana y terminaron dogmatizando sus estudios, sus cuestionamientos, incluso bajo el formalismo de la institución, como lo hicieron los discípulos freudianos, y como lo hizo la Iglesia de los primeros siglos con las exégesis de Pablo. Por ejemplo, el tema de la angustia, fue un tema que Freud reconocía que le daba problemas, y Lacan retrocedió para examinarlo, para concluir lo que Freud dejó a medias, pero no para llegar a fórmulas. Igual sucedió con el problema de la psicosis. ¿Pero qué hicieron los lacanianos? Reducir nuevamente todo a los viejos temas de los "epígonos" freudianos. Las palabras lacaniano o freudiano, están señalando una actitud equivocada, así como frecuentemente es equivocado hablar de "cristianos", más apegados a costumbres que poco tienen que ver con la persona de Cristo.

Los lacanianos, por ejemplo, copiaron algunas cosas como la interrupción arbitraria de las sesiones, se obstinaron en otras, como en el poner en evidencia el complejo de Edipo, cosas que si bien Lacan las hizo, fue esporádica y circunstancialmente, y si las trabajó, lo hizo de forma accesoria, como un trámite, a veces algo engorroso, que tenía que realizar lo más pronto posible, no porque considerara que hubiera un problema urgente, sino porque quería salir de ello y llegar a lo esencial.

Basta con ojear alguno de sus seminarios y contrastar con los ensayos o estudios de los llamados lacanianos. Se observarán diferencias sustanciales en sus problemas, en sus conclusiones o fines. Si Lacan reivindicó algo muy claramente ante todos sus alumnos fue lo siguiente: “ustedes son lacanianos, yo soy freudiano”.

El análisis del analista




Del texto de Freud, Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico (1912), hay que destacar un requisito que, al parecer, es uno de los más fundamentales del analista: haber pasado previamente por su propio análisis. Para esto Freud presenta dos alternativas: el análisis de los propios sueños o hacerse analizar por una persona perita en la técnica del psicoanálisis.

Sin embargo, dichas alternativas no se realizan fácilmente. La tarea de analizar los propios sueños demanda suma diligencia, y la opción de someterse a tratamiento psicoanalítico, es una experiencia frecuentemente evadida por los aprendices de psicoterapia.

Una de las causas comunes para la evasión mencionada, es la pundonorosa convicción de que el analista debe contar con una personalidad excepcionalmente saludable y que al someterse a tratamiento da prueba de lo contrario. Es decir, subyace muchas veces, bajo la resistencia de los psicólogos, la aseveración común de que un “un ciego no puede guiar a otro ciego”. No obstante lo que ocurre en el análisis está muy alejado de dicho refrán, pues la ceguera del analista, no consiste tanto en tener complejos como en su incapacidad para “verlos”, es decir, para reconocerlos como propios sin confundirlos con los del paciente.

Otra de las dificultades para el análisis formal de los psicoterapeutas es la acusación popular acerca de que los psicólogos estudian para "comprenderse a sí mismos” o para "solucionar sus propios conflictos”, acusación que se sienten forzados a desmentir en virtud de proclamar la generosidad del psicólogo y refutar su debilidad egoísta. Sin embargo, dicha acusación puede hacerse al estudiante de cualquier disciplina, siempre y cuando se cumpla que la misma pueda aplicarse al propio conocimiento o beneficio. Así, podría decirse que un médico estudió para prevenir su propio dolor, que un abogado estudió leyes para protegerse de la injusticia, o que una maquillista se interesó en ese arte por el deseo de verse más bella.

Pero con la disciplina psicológica ocurre algo distinto. La tarea del conocimiento propio no es sólo una tarea egoísta, sino que es el primer requisito e instrumento para acceder al conocimiento de los demás. A veces se olvida que la psicología, se funda sobre el aforismo griego “conócete a ti mismo”, máxima inscrita en el templo del oráculo de Delfos (del cual, como sabemos, deriva el signo psi). Dicha frase, a diferencia del prejuicio popular, se impone con poco peso sobre los psicólogos, cuando, en realidad, debería ser su principal cimiento.

Así como para la cultura grecorromana fue indispensable un “conocimiento de sí mismo”, por una “preocupación por sí mismo”, para “cuidar de sí mismo”, así pues si el psicólogo quiere pretender poseer una salud mental tan preciada, un excelente cuidado de sí mismo, debe también ser maestro de su auto-conocimiento.

Otra cuestión que inhibe a los psicoterapeutas de iniciar su propio proceso es, posiblemente, la incredulidad en un repertorio consabido de técnicas. Respecto a este tema mencionamos dos posibilidades. Primero, que el empleo de métodos conocidos por ambas partes pueda influir en las resistencias de la terapia: como también el paciente tiene conocimiento de las técnicas y teorías de su analista, estará atento de forma excesiva a lo que éste intenta aplicar a su persona, a las intenciones persuasivas, o a las especulaciones de su terapeuta. La terapia donde muchos procedimientos tácitos resultan demasiado obvios, o donde ambos son psicólogos, puede incrementar la atención del paciente sobre la conducta del terapeuta, en detrimento de su capacidad de insight y su espontaneidad. Y en segundo lugar, hay que mencionar la posibilidad de que se genere escepticismo, similar al de alguien que ya conoce o cree conocer cuál es el secreto de un truco de magia: la persona estará segura de que no hay nada escondido ni nada por descubrir. Sin embargo, el que ambos sean “magos” en terapia, también puede resultar en que el clima sea mucho más diáfano, las transferencias sean más sencillamente interpretables y las resistencias sean menores. Ambos dialogarían de forma más sincera y rigurosa sobre cualquier sentimiento extraño o duda que surja. Pero para que esto se logre, el analizante deberá proponerse la propia observación y dejar el análisis de su analista en una última prioridad, esto quiere decir, en términos prácticos, que deberá evitar las intelectualizaciones.

Con dicha finalidad de prevenir intelectualizaciones en terapia, Freud propone que el analizante se abstenga de leer teoría psicoanalítica por el tiempo que dure el tratamiento. Sin embargo, un aprendiz de psicólogo no puede renunciar fácilmente a sus lecturas. Deberá buscar a un analista que considere intelectualmente superior a sí mismo. Sólo de esa forma evitará perder tiempo en medir habilidades, ya que supondrá, en buena medida, que su analista está haciendo lo correcto.

Otra razón para que el alumno busque a un analista que considere intelectualmente superior, es la primera suposición que se tiene como paciente: “el analista sabe de lo que me pasa”. Al igual que la suposición de un enfermo que llega donde el médico, es necesario que el paciente tenga la suficiente confianza en la pericia y conocimiento de su doctor, pues sólo así estará dispuesto a seguir sus indicaciones terapéuticas.

Pasando ahora al tema del autoanálisis, es necesario comenzar por tratar brevemente la tarea del análisis de los propios sueños…

Cuando una persona se asigna la ocupación de conocer sus propios sueños y analizarlos, es muy fácil que caiga en el autoengaño y la censura. Puede ocurrir que los sueños se le oculten más frecuentemente, que no los recuerde, o que se proponga “apuntarlos más tarde” para luego olvidar de qué trataban o cómo estaban encadenados los sucesos.

Por ello es importante prevenir al iniciado acerca de dichos obstáculos, ya que así se verá en la necesidad de adoptar las medidas adecuadas para sortearlos. Una de esas medidas podría ser, como bien se ha dicho, apuntar los sueños inmediatamente después de levantarse, tratando de recolectar todos los símbolos que hayan despertado mayor interés y aún todos los que sean posibles.

Luego de haberse realizado esa recapitulación, también se hace necesario que se registren otras dos vicisitudes que pueden influir en gran medida el contenido y la vivencia de los sueños. En primer lugar, deberán tomarse en cuenta todas las sensaciones internas y procesos corporales anómalos que puedan alterar la disposición del soñante, esto es todas las ocurrencias físicas internas, tales como no haber dormido bien la noche anterior, encontrarse afiebrado, o haber comido excesivamente. La siguiente situación a anotar deberá versar sobre lo que ocurre en el exterior inmediato de quien reposa, teniendo por ejemplos el estado especial del clima, los ruidos u olores que de alguna forma puedan perturbar el reposo.

Registrando dichos eventos se puede hacer una diferenciación de lo que ocurre por influencias externas o fisiológicas, y lo que surge por influjo del inconsciente. Hay que recordar que el sueño es un “guardián del reposo” que tiene la tarea de reducir las perturbaciones tanto externas como internas.

Luego de esto se propone una tarea de función similar: reconocer la calidad del reposo en general. Esto se hará ya que de haberse dado un reposo muy pobre, es muy probable que los sucesos oníricos no hayan sido suficientemente protectores para las perturbaciones externas e internas, o bien que el material soñado haya sido de una naturaleza muy inquietante. De lo contrario, un reposo muy satisfactorio podría dar indicio de un material soñado igualmente satisfactorio y complaciente. Esta recomendación sirve, particularmente, para captar la vivencia del sueño, la experiencia.

Finalmente, para iniciar la operación analítica del sueño, deberán relacionarse por asociación libre los símbolos y sucesos redactados. Generalmente las motivaciones que hacen surgir esos símbolos y sucesos son motivaciones de censura, relacionadas con angustia, inquietud, o motivaciones de naturaleza satisfactoria, relacionadas con el cumplimiento de deseos, por lo que las interpretaciones buscadas tendrán tendencia hacia ambas orientaciones, las cuales habrá que separar individualmente pero también intentar reencontrarlas en un sentido en conjunto.

Una última opción para el autoanálisis es el análisis de la propia producción artística. La realización de obras y su posterior interpretación constituyen actividades que se encuentran quizá en un nivel menos “profundo” que el análisis de los sueños, pero que pueden dar valor al principiante para iniciar su autoconocimiento.

Para finalizar, concluimos reiterando la opinión de que el análisis propio es una tarea indispensable del analista, pero que indudablemente requiere de mucha paciencia, constancia y valentía, así sea que se trate de un autoanálisis o de un psicoanálisis ordinario.

De las ventajas y desventajas de cada alternativa, podemos indicar que el autoanálisis representa un menor compromiso del pundonor del psicólogo, pero, a la vez, requiere de perseverancia y rigor para evitar autoengaños. Por ello consideramos, finalmente, que el autoanálisis es el más adecuado para iniciar la autoexploración, para “tomar valor”, pero, el acompañarse de un psicoanalista, logra profundizar y reducir los probables "sesgos subjetivos".


Referencias
Freud, S. (1912). Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico. Archivo en PDF.